martes, 25 de septiembre de 2018


La ridícula idea de no volver a verte

He terminado de leer la novela de la escritora Rosa Montero titulada “La ridícula idea de no volver a verte”. Es una novela sobre la biografía de la científica Marie Curie. La escritora le añade algunos comentarios suyos a la obra, se basa en aspectos de su vida con Pablo, que fue su esposo y murió de cáncer. Se identifica porque ella también quedó viuda. La novela narra cómo Marie Curie se le murió su mamá a los once años de tuberculosis. Su hermana mayor murió de tifus. A Marie le encantaba la literatura y escribir, un tiempo pensó en dedicarse a ello. Al fin se decidió por la química y la física. Pero primero debía pagarle su carrera a su hermana en París. Así que consiguió trabajo como institutriz. Y le pagaba la universidad a su hermana. Conoció al hijo mayor de los Zorawski, Casimir, un chico de su edad que estudiaba matemáticas en Varsovia, y se enamoraron. Cuando Casimir dijo a sus padres que se quería casar con Manya, los encantadores Zorawski se echaron las manos a la cabeza. Dijeron que ni pensarlo. Si el hijo se empeñaba en lo del matrimonio, sería desheredado de modo fulminante. A pesar de su dolor, Marie tuvo que seguir trabajando dos años más como institutriz allí. Manya se encontró con Pierre por primera vez en la primavera de 1894, tras haber conseguido licenciarse en Física con el número uno de su promoción. Para entonces ya no se llamaba Manya sino Marie, había cambiado su nombre al llegar a París. Cuando se conocieron, Marie tenía veintisiete años y era delgada, se alimentaba de rábanos y cerezas. Ese verano lo pasó en Polonia, pero regresó a la Sorbona en otoño gracias a una beca para sacarse otra licenciatura, ahora en Matemáticas. Se sentía culpable por abandonar a su padre. Un físico polaco invitó a Marie y a Pierre a cenar en el hostal donde estaban hospedados. Pierre tenía treinta y cinco años. Entablaron una conversación sobre cuestiones científicas, acerca de las cuales Marie estaba dichosa de conocer. Marie Curie basaba su atractivo en su intelecto. Seguro que encandiló a Casimir con su deslumbrante mente matemática, y en su encuentro con Pierre, tuvieron buena sintonía. Se considera probado que Pierre tenía dislexia, como Einstein y como Rutherford, otro Premio Nobel de la época y directo competidor de los Curie.  He descubierto que la normalidad no existe. En 2009 la universidad húngara de Semmelweis publicó un fascinante estudio realizado por su Departamento de Psiquiatría. Tomaron a 328 individuos sanos y les hicieron un test de creatividad. Luego comprobaron si los sujetos mostraban una determinada mutación en un gen del cerebro chistosamente llamado “neuregulin 1”. Se calcula que el 50% de los europeos sanos lleva una copia de este gen alterado, un 15% suma dos copias y el 35% restante no posee ninguna. Los más creativos tenían dos copias, y los menos, ninguna. Pero ahora viene lo mejor: poseer esta mutación también conlleva un aumento del riesgo a desarrollar trastornos psíquicos, así como una peor memoria,, y una hipersensibilidad a las críticas. Esa gente un poco rara, bastante neurótica, parece ser la más imaginativa, lo cual no está nada mal. Por cierto que este estudio podría explicar la existencia de los genios. Pierre Curie de niño tuvo problemas de aprendizaje, sus padres lo educaron con un tutor en casa hasta los 16 años, y así lograron que el cerebro de su hijo se desarrollara libremente. Luego Pierre se licenció en Física en la Sorbona y junto con su hermano hicieron trabajos espectaculares  sobre cristales y magnetismo, descubriendo  un fenómeno llamado piezoelectricidad e inventando instrumentos de medición que luego serían importantísimos. Marie lo convenció de sacar el doctorado. En el verano de 1894 le escribió una carta a Marie, le decía que quería pasar su vida uno junto al otro, hipnotizados por su sueño. Marie tenía sus dudas en casarse porque quería volver a Polonia a cuidar de su padre.  Cuatro años después de su boda, en 1899, Madame Curie confesó a Bronya: “Tengo el mejor marido que podría soñar; nunca había imaginado que encontraría a alguien como él. Es un verdadero regalo del Cielo, y cuánto más vivimos juntos, más nos queremos”.  Marie siempre tenía flores frescas en su casa. Amaba hacer excursiones al campo, ir en bicicleta. En julio de 1895 se casaron. Con el dinero que les regalaron en su boda compraron dos bicicletas y su luna de miel consistió en irse pedaleando por media Francia. Pierre le dijo que había encontrado su alma gemela en ella. Marie se propuso estudiar sobre los rayos X, recién descubiertos, y sobre las radiaciones invisibles de las sales de uranio. Por las noches asistía a clases sobre cristales para entender mejor el trabajo de Pierre. En 1897 Marie quedó embarazada. Luego dio a luz a su hija Irene. Y tenía mucho trabajo para cuidarla e investigar. La madre de Pierre murió, y el padre viudo se mudó a vivir con los esposos Curie. Les ayudaba cuidando a la niña. El descubrimiento del polonio y el radio les dio la fama. El laboratorio de su casa era muy frío y sin embargo, allí fue donde hicieron sus primeros descubrimientos.  Marie le contó a su hermana que Pierre no podía dormir por dolores a la espalda, y padecía ataques agudos de debilidad. Era la radiactividad pero ellos no lo sabían todavía. Luego que ganaron el Premio Nobel, obtuvieron un mejor laboratorio. Y a Pierre le dieron una cátedra de Ciencias en La Sorbona. Pusieron a Marie como Jefa del Laboratorio en La Sorbona. Un día Pierre le negó aumento de sueldo a la criada de la casa, le preguntó a Marie si iría al laboratorio de la universidad. Ella le dijo que no estaba segura. Se fue a almorzar con otros científicos y de regreso iba al laboratorio. Se resbaló en la pista y se cayó. Un vehículo con caballos estaba pasando. Los caballos lo esquivaron pero las ruedas traseras del carruaje le destrozaron el cerebro. Murió instantáneamente. Le avisaron a Marie. Cuando lo vió tenía restos de cerebro por toda la cabeza. Con un pañuelo le limpió la cara. El pañuelo quedó con restos de cerebro. Muchas veces besó ese pañuelo. Más tarde lo quemaría. Marie se enamoró en 1910 de otro científico, Paul Langevin, que era casado pero tenía problemas con su esposa.  Marie pensó se divorciaría pero Paul hizo las paces con su señora. Y más tarde buscaría otra amante.  Espero lean la novela. Es una historia bonita. 


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