La Babosa
He terminado de leer
la novela titulada “La Babosa” del autor paraguayo Gabriel Casaccia. La
historia empieza narrando a Ramón Fleitas es un abogado provinciano que trabaja
ejerciendo su carrera y se había casado con Adela, hija de un dueño de estudio
de abogados. Hacía seis meses que se habían casado. Ramón está despierto en la
noche escribiendo su novela. Sentía envidia de otros abogados nacidos en
Asunción, mientras él había nacido en provincia, en Itacurubí. Estudió Derecho
en Asunción. Ramón sentía calor y estaba en calzoncillos. Su suegro les había
dado para vivir una casa vieja y sin luz eléctrica. Ramón también escribía
poemas. Decía que, si él poseyese trescientos mil pesos, podría marcharse a
Buenos Aires para hacerse conocer como escritor. Al día siguiente, que era
Domingo, Adela limpiaba la casa con ayuda de Paulina, una ahijada de la mamá de
Adela, Matilde. Adela le enseñaba a salpicar agua al piso para que no levante
polvo al barrer. Luego Adela se va a misa. Ramón lleva a su cuarto a Paulina y
la empieza a manosear. En eso, llega doña Angela Gutierrez. El padre Rosales a
Angela la había bautizado como La Babosa porque iba arrastrando chismes, como
una baba, de aquí para allá, de casa en casa. Pregunta por Adela. Sale Paulina
y le dice que se ha ido a misa. La Babosa le ve el pelo revuelto y le pide le
traiga un vaso con agua. Cuando se va Paulina, mira por la ventana y ve la cama
de dormir destendida y supone Ramón y Paulina son amantes. Se va rápido a la
iglesia. Espera que termine la misa y habla con el sacerdote. Le dice vio
acostados juntos en su cama a Ramón y Paulina. El sacerdote le dice que no
repita secreto de confesión. El padre Rosales regresa a su casa y se encuentra
en el camino con Ramón. Le cuenta le han dicho que tiene una relación con
Paulina. Ramón le dice es mentira. Le pregunta quién le dijo eso. “Doña Angela
Gutiérrez” le contesta. Luego se va Ramón. El padre Rosales llega a su casa y
guarda su dinero entre sus libros. No lograba ahorrar mucho. Hacía veinte años,
él era párroco en Asunción y se enteró que murió el párroco de Areguá dejando
500 mil pesos a su hermano. El padre Rosales se mandó mudar a párroco de Areguá
pero no halló el secreto para hacerse rico.
Doña Angela Gutiérrez
y su hermana Clara, viuda de Salcedo, habitaban una casa de estilo francés en
Areguá. La casa había sido de lujo pero estaba descuidada. Don Desiderio
Gutiérrez, el padre de Angela y Clara, murió a una edad avanzada, diez años
después del esposo de Clara, que falleció a los cinco de casados. Don Desiderio
fue poseedor de una gran fortuna, que gastó su dinero en mesas de juego,
carreras de caballos y riñas de gallos. Cuando murió solo le quedaba la casa
veraniega de Areguá. Siempre prefirió a su hija menor, Clara. Se creía que
trataba mal a Angela porque se parecía a su esposa con la que nunca pudo
entenderse, hasta el punto que vivieron varios años separados. Cirilo Salcedo
murió del corazón a los 40 años de edad. Le dejó a Clara una casa que ella la
puso en alquiler y recibía rentas. Clara era mujer caderona y bonita. Su criada
Pilar le limpiaba la casa, le limpiaba el cuarto. Clara la vigilaba para que no
encontrara el escondite de sus joyas. Angela limpiaba su cuarto. Clara recibió
una nota por correo, una carta donde decía el cura la había nombrado presidenta
de la comisión Pro Templo para adularle por sus terrenos y joyas. Su hermana Angela
merecía más el puesto pero era más pobre. Por eso el padre Rosales no la
eligió. Así decía la carta. Y terminaba diciendo: Una amiga que te quiere.
Clara la mantenía a Angela, le daba dinero y le hacía firmar recibos. Doña
Angela fue a visitar a casa de Adela y la encontró. Vio que la cama estaba
tendida. Le contó que su hermana Clara le negaba el café con leche diario. Le
daba solo agua. Adela le invitó desayuno. Doña Angela contaba puras mentiras y
chismes mentirosos. Regresa luego a su casa de Clara y le dice Adela le invitó
un café con leche muy rico. Quedan peleadas.
El doctor Eleuterio
Brítez era abogado. Conversa con sus amigos sobre lo chismosa que es doña
Angela. Hablan de la renuncia de dos ministros de Guerra, y el de Relaciones.
Ramón regresó borracho y peleó con Adela. Ella se fue a su cuarto deshecha en
llanto. Piensa en tomar el tren a Asunción al día siguiente. Ramón se acuesta y
duerme. A la hora se despierta y va al cuarto de Paulina. La estrecha entre sus
brazos. Al día siguiente Paulina, bien temprano, le sirve el desayuno a Ramón.
Este le dice: “Ya te habían usado”. Luego se va a trabajar a Asunción. En el
tren, piensa en su amigo Eudorito Marty que ha sido nombrado ministro. Quiere
pedirle algún cargo. Llega al estudio de abogados de su suegro, don Félix
Cardozo y le dice quiere renunciar y poner su estudio independiente de
abogados. Don Félix le dice que un abogado joven necesita del prestigio de un
abogado viejo. Debe hacerse una clientela. Le promete cuando sea más maduro
Ramón, le conseguirá un consulado en Europa. Su suegro le dice tiene una
audiencia, tiene que irse. Se despide y se va. Ramón se queda molesto y se va
al Palacio de Justicia. Busca a Eudorito y lo hacen esperar. Pasa por allí,
Willy Espinoza, el bibliotecario del Ministerio. Lo invita a esperar en la
biblioteca. Conversan y Willy le dice: Eudorito si le pides un trabajo, no te
lo va a dar. No te va a recibir, le dice. Dieron las doce y todos se van. “¿No
te dije yo?”, le dice Espinoza. Ya ves que no le interesan tu saludo ni tus
felicitaciones. Se van los dos a un café. Toman caña. Willy le dice: “Mi lema
es con zorro, dos veces zorro; con un bruto, dos veces zorro; con un vanidoso,
dos veces zorro. Siempre zorro. Hay que apoderarse de las personas con
suavidad. Ponerles un freno sin que lo sientan y luego se maneja como uno
quiere”. Ramón estuvo un rato charlando con Willy y luego regresa al estudio de
su suegro a las tres de la tarde. Llegó Teodosio Anderssen. Le cuenta varias
cosas de él y al final, le dice quiere pagar sus honorarios que le adeuda a don
Félix. “Puedo dejarle el dinero a usted”, le dice. Y le da un sobre con cien
mil pesos. Se va. Ramón al rato se marcha con el dinero. Se va en tranvía y se
baja por una casa de juego. Entró a un café y se guardó bien sesenta mil pesos.
Usará los otros cuarenta mil en apostar. Calculaba podía ganar doscientos mil
pesos. Apuesta y pierde ochenta mil pesos. Le da mil pesos a Espinoza que lo ha
visto y ha entrado. Sigue Ramón apostando y lo pierde todo. Espinoza apuesta
montos pequeños, gana y pierde. Consigue ganar treinta mil pesos. Se van a la
calle conversando. “Tu suegro te perdonará”, le dice. Le cuenta otro amigo,
Martos, se jugó cincuenta mil pesos de su suegro y le dijo luego que se los
había gastado por adelantado de la herencia que le tocaría a su mujer. Willy lo
invita a dormir en su casa porque es de noche. Ramón acepta y van a su casa,
iluminada solo con kerosene. Ramón duerme en el lugar de Espinoza, y éste se va
a dormir con su amante Rosario a otro sitio. Al día siguiente, con el sol en
alto despierta Ramón. Rosario puso a calentar el agua para el mate. Espinoza
dice: “Dicen los nacionalistas que la yerba es el alimento número uno y que
tiene más vitaminas que el café con leche, que es un alimento extranjerizante”.
En eso pasa el tren de las siete de la mañana mientras conversan y desayunan.
El ruido del tren hace temblar la casa de Espinoza que está debajo. Ramón se va
luego. Espinoza espera a la tarde y llama al suegro de Ramón y le cuenta que
Ramón se robó los cien mil pesos y los gastó en la ruleta. El dinero se lo dio
un señor Anderssen. Espinoza lo llama de teléfono público. Luego corta. Don
Félix, el suegro de Ramón llama por teléfono a Anderssen y le agradece el pago,
con lo que confirma que Ramón de verdad le ha robado. Don Félix se va a Areguá
al día siguiente. Encuentra triste a Adela. La consuela. Luego se encierra a
conversar con Ramón. Le cuenta está enterado del robo. Le pide firme dos
papeles. Ramón firma. La dice piensa instalar un Tambo en Areguá. Le dice:
“Ocampito, que hace tres años se estableció con unas veinte lecheras en
Ypacaraí, ahora tiene sesenta y gana lo que quiere”. Luego se va. Ramón derrama
algunas lágrimas. Al día siguiente Adela habla con el padre Rosales sobre
Ramón, y el padre le aconseja lleve su cruz. Ramón se dedica a emborracharse y
al billar.
El abogado Eleuterio
Brítez y su esposa son visitados por doña Angela. Ella acusa a su hermana de
ser borracha. Luego de escucharla por largo rato, doña Angela dice vio a Ramón con
Paulina teniendo sexo. El doctor Brítez la acompaña a doña Angela para ver
desde donde vio la habitación de Ramón y Paulina, pero no se ve bien. Recuerda
Brítez que un día que fueron al campo con la viuda Clara y su esposa e hijas de
él, logró ver desnuda a doña Angela por unos segundos. Tenía buen cuerpo, le
gustaba mucho a él. Una noche, el doctor Brítez sale de su casa y va a la casa
de doña Angela y doña Clara. Sube al balcón de doña Clara y doblando un poquito
la persiana la ve acostada con una prenda blanca. Se le ve parte del muslo y un
busto. Ella se despierta y toma un anisado. Luego sigue acostada. El doctor
Brítez piensa como está borracha puede abusar de ella y no opondría
resistencia. Pero luego ella apaga la luz de la lámpara. El doctor Brítez se
queda en la galería de su casa fumando. A la tarde siguiente, se encuentra en
la calle el padre Rosales con Ramón. Lo invita a su casa. Le habla de Adela.
Luego se queja del maltrato que le dio Ramón al caballo que le prestó, lo
devolvió con sangre. Le avisan al padre Rosales que alguien lo busca.
“Espérame”, le dice a Ramón. Y se va. Buen rato esperó Ramón. Miraba mohos en
la pared y vio libros del padre Rosales. Encontró una Biblia, llena de
billetes. Se roba diez mil pesos de la Biblia y se va. El padre Rosales se da
cuenta del robo unos días después. Sospecha de Ramón y va a su casa. Entra y
encuentra a la mamá de Paulina con su amante, sus hijos. Y le dicen Paulina
está en el cuarto de casado de Ramón.
FIN Tomo 1
El padre Rosales le
ordena a la mamá de Paulina que llame a su hija. La mujer se fue dentro y
regresó diciendo que Ramón ya iba a venir. Viene Ramón con camiseta y pantalón
de montar. Tenía los ojos hinchados y el pelo revuelto. El cura le dice viene
por los diez mil pesos que le robó de su Biblia. Ramón le promete al día
siguiente se los devolverá. El cura se va. Al día siguiente el cura espera a
Ramón, pero no viene a pagarle. Lo busca a Ramón y Paulina le dice no vino a
dormir. El cura va la comisaría y habla con el comisario Policarpo Arana. Le
cuenta Ramón Fleitas le ha robado diez mil pesos. Arana supone que los cinco
mil pesos que le ganó anoche en el juego a Ramón es del cura. Le promete que le
hará devolver el dinero. Luego que el cura se va, Arana manda buscar a Ramón y
entre ambos acuerdan que el asunto del cura no siga adelante. A los tres días
volvió el cura donde Arana. Este le dijo había interrogado a Ramón que había
negado todo. El cura no tenía pruebas. El cura se va molesto. Mientras tanto,
el doctor Brítez iba varias noches a espiar la alcoba de doña Clara, la viuda
de Salcedo. Un día hizo avisar a su criada que le avisara a la señora Clara que
iba a visitarla. Fue a su casa y la encontró vestida con una larga bata blanca
de encajes, con cintas azules. Deseaba abalanzarse sobre doña Clara, apretarla
entre sus brazos, besarla; pero su timidez le agarrotaba la voluntad. Luego, el
doctor Brítez le pregunta qué opinión tiene ella de su hermana. Doña Clara le
dice que su hermana no la quiere. Le dice Angela criticaba a su papá. Don
Desiderio tenía preferencia y mimos por Clara que era más cariñosa con él.
Luego, el doctor Brítez le pide permiso para fumar. Ambos fuman. El doctor
Brítez le pregunta por el pararrayos de su casa. Clara le dice las protege de
las tormentas. También le cuenta al doctor que su papá, don Desiderio, le dejó
todo en herencia a ella. Doña Clara le cuenta el ministro de Guerra, es su
amigo, y puede dar fe toda la herencia es de ella. El doctor Brítez le dice
puede subdividir sus terrenos de ella en Asunción y venderlos a largos plazos. El
hará el proyecto y le calculará lo que puede ganar. Doña Clara acepta
encantada. Le trajo los títulos de propiedad atados por un lazo. El doctor
Brítez los recibe. En ese momento llega doña Angela. El doctor Brítez se retirar
pensando: “¡Qué hembra! ¡Qué hembra! En la cama debe ser una fiera. Sería capaz
de estar acostado con ella un año entero sin cansarme”. Luego de unos meses, el
doctor Brítez se compró un libro titulado “Modelos de cartas de amor”. Le envió
tipeadas a máquinas de escribir cartas de amor a doña Clara, firmando “un
admirador”. Al día siguiente, de enviarle la carta, la visitaba. Pero a doña
Angela le gustaba Quiñonez, un vecino maestro de escuela y pensaba que él era
el autor de las cartas. Le fue bien con el negocio de las tierras al doctor
Brítez. Las veces que visitaba a doña Clara, le llevaba planos con la división
de los terrenos. Se inclinaban ambos sobre el plano y sus cabezas casi se
tocaban. El doctor Brítez se iba muy contento. Un día, en la calle, doña Angela
lo encontró al doctor Brítez y le dijo el caso de su herencia lo iba a dejar en
manos de Ramón. Otro día, el doctor Brítez fue donde doña Clara para despedirse
porque regresaba a Asunción. Ella le dio la mano y se despidió. El doctor
Brítez salió a la calle y se encontró con Ramón. Le contó que se iba pasado
mañana a Asunción. Le ofreció a Ramón le cuidase la casa, pero no lleve a
Paulina. “Lo pensaré” dijo Ramón. Luego, después de dos días, el doctor Brítez
se fue con su esposa a Asunción. Mientras, en todo Areguá se chismoseaba el
robo de Ramón al padre Rosales. Doña Angela se puso a decir que lo del robo era
una mentira del cura para perjudicar a Ramón, y que éste no le tocó ni un solo
centavo. La idea de una publicación contra el párroco le había perseguido
siempre a doña Angela. Junto con Rosalba, escribieron un artículo contra el
padre Rosales y se lo llevaron a Bienvenido Quiñones, para que hiciese
“correcciones de ortografía”. El artículo Quiñonez lo rehízo y lo publicó en un
diario comunista de Asunción, firmado por “una católica de Areguá”. En el
pueblo causó más sensación que un terremoto. Era un ataque fuerte y violento
contra el padre Rosales. Este se derrumbó por dentro. Una inmensa fatiga física
lo cogió al padre. Y quedó enfermo el padre Rosales.
Ramón se mudó a casa
del doctor Brítez y se volvió compinche de Romualdo Paredes, el juez de paz.
Ambos daban asesoría legal a los campesinos y les sacaban billetes, o sino
algunas gallinas, algún chancho u otra retribución en especie.
Quiñónez también era
amigo de Ramón. Conversaban sobre Rosalba y su esposo Salvado. Quiñonez dijo le
habían contado Rosalba tuvo varios novios antes de casarse. Con uno de ellos
quedó embarazada y tuvo que abortar de tres meses. Parece que Salvado se casó
sabiendo eso. Luego hablan del padre Rosales. Quiñónez le cuenta que Salvado le
ha contado el padre Rosales tiene cáncer y dos meses de vida. Un tiempo
después, doña Angela se mudó a casa de su amiga Rosalba y su esposo Salvado.
Rosalba y Angela tomaron la costumbre de hacer la siesta juntas en su cama de
casada y conversaban de todo. Se hicieron grandes amigas. Un día Rosalba visitó
a doña Clara para exigirle le diera su parte de la herencia a doña Angela. Doña
Clara le explicó que su padre no dejó nada para Angela. También le dijo: “Lo
que ella no me perdona es que me haya casado con Cirilo y que ella se haya
quedado soltera”.
El doctor Brítez se
enteró que Ramón había llevado a Paulina a vivir con él en su casa de Areguá.
Fue a Areguá y botó a Ramón de su casa. Luego se dirigió al almacén de Teófilo.
Este lo puso al corriente de las noticias de Areguá. Teófilo le contó él tenía
ahorrados doscientos mil pesos. Le dijo le pensaba dar cien mil pesos para que
los invirtiese en préstamos. El se contentaba con el 15% anual. “Te daré el 40%
anual”, le dijo el doctor Brítez. Luego fue a visitar al enfermo padre Rosales.
El cura le contó el robo de Ramón y las mentiras de la Babosa en su contra. Le
contó pasaba los días leyendo los evangelios. El doctor Brítez fue a casa de
doña Clara a visitarla. Hablaron de su hermana Angela. Clara le dijo que Angela
siempre le había tenido antipatía. Pero desde que el padre Rosales la nombró
presidenta vitalicia de la comisión ProTemplo, le tuvo verdadero odio. El
doctor Brítez recordó a una prostituta que había conocido en su juventud y que
se parecía a doña Clara. No podía pensar bien. Esos recuerdos no lo dejaban en
paz. Luego le dijo a doña Clara: “Espero poder pasarle dentro de una semana más
o menos un informe detallado de la marcha de nuestro negocio”. Luego se fue.
El padre Rosales murió
diez días después de la visita del doctor Brítez. Un sábado, hacia las tres de
la tarde, Ramón fue despertado por palmadas en la puerta de calle. Era Willy
Espinoza. Ramón lo hace pasar y conversan. Espinoza le dice quieres instalar
una fábrica de alfarería allí con capital prestado de Anderssen. Le cuenta
Rosario, su amante, está más enferma. La traerá a que pinte alfarerías a
Areguá. Le cuenta a su hija mayor la pusieron de doméstica en una casa y a la
hija menor la pusieron en un orfelinato. Ramón le cuenta de su proyecto de irse
a Buenos Aires a triunfar como escritor. Luego vinieron Arana y Paredes, se
emborracharon con ellos y jugaron naipes. Estuvieron dos días así. Ramón le
dice a Eudorito que seguro Eudorito lo despidió. Espinoza le dice que él
renunció. Ramón le dice que defiende a doña Angela para que reciba su herencia
de las joyas. Se calcula que valen un millón de pesos.
Pasó un mes y Espinoza
seguía en Areguá. Ramón y él van a casa de Salvado a conversar con doña Angela.
Allí hablan con Salvado también. Era una casa muy bonita. La farmacia le rendía
bien a Salvado. Espinoza le recomienda a doña Angela se lleve bien con su
hermana. En los días siguientes, Ramón se molesta con Quiñónez por haber puesto
como autora de la publicación “una católica de Areguá”. Eso le traerá problemas
a doña Angela y él necesita que esté de buen humor para que le pague a él.
Quiere meterle bala a Quiñónez, le cuenta a Espinoza. Espinoza estaba
acostándose desde hacía un mes con Pilar, la criada de las Gutiérrez. Espinoza
se escondía entre los 20 árboles de banano que había junto a la casa de ellas.
La llamó a Pilar y ella vino. Se acostaban en el campo. Luego, ella lo llevaba
a su habitación. Esa tarde a Espinoza se le ocurrió la idea de robarle las
alhajas a doña Clara antes de irse a Asunción. Durante varios días Espinoza
estuvo planeando dicho robo que lo volvería rico y le permitiría ayudar a
Rosario. El día escogido, Espinoza se sentó en el pasto de la calle junto a la
casa de Ramón. Este le preguntó varias veces de donde sacó la ocurrencia de
sentarse en el pasto. Espinoza oía fuertes los latidos de su corazón. Ramón se
fue a dormir. Espinoza fue donde Pilar y entraron en la casa de doña Clara, que
había salido. Espinoza revisó sus vestidos, y buscó las joyas por todo el
cuarto, pero nada. Encontró botellas de anisado. Buscó en los cajones, en el
colchón, pero nada. Buscó detrás de un cuadro y encontró una bolsita con las
joyas. En eso, abre la puerta doña Clara. Espinoza la cubre con una manta y le
golpea la cabeza con una botella de anisado que se rompe. Doña Clara se
desmaya. Espinoza y Pilar huyen, se van en el tren hacia Asunción. A la media
hora de haber sido golpeada, Clara se despierta, pero tiene alucinaciones. En
la mañana, la campesina que le vendía la leche la encuentra y pide auxilio.
Ramón y otros acudieron. Doña Angela también. Salvado venda a doña Clara la
cabeza y dice es una pequeña conmoción cerebral. “¿No habrán robado las
joyas?”, pregunta Ramón. Faltaba entre las personas Espinoza. Ramón sabía de
sus amoríos con Pilar. “El fue” exclamó Ramón. Se hicieron cálculos y
deducciones sobre la dirección que pudo tomar en su huida. Unos pensaban que debió
cruzar el lago en cano para encaminarse a la cordillera; otros, que se había
dirigido en caballo a Ypacaraí. A algunos les pareció más lógico que siendo de
Asunción escapase por allí. Pero a nadie se le ocurrió pensar en el tren de la
noche anterior. Doña Angela se entera de Clara que le han robado las joyas. El
cuadro está caído y no está la bolsita con sus joyas.
Doña Clara le promete
la mitad de la casa y la mitad de las tierras en Asunción a doña Angela si se
queda y la cuida. Doña Angela se manda a mudar de nuevo con Clara. Rosalba se
molesta con ella y se va con su marido a Asunción. Doña Angela vende los
cosméticos de Clara, sus revistas pornográficas, y varios objetos personales de
ella. Doña Clara toma veneno y grita de manera espantosa, doña Angela la
encuentra gritando. Ve un papel donde dice doña Clara por culpa de Angela se
mata. ¿Se morirá doña Clara? ¿Atraparán a Espinoza? Lean la novela.