viernes, 20 de marzo de 2020


La Babosa

He terminado de leer la novela titulada “La Babosa” del autor paraguayo Gabriel Casaccia. La historia empieza narrando a Ramón Fleitas es un abogado provinciano que trabaja ejerciendo su carrera y se había casado con Adela, hija de un dueño de estudio de abogados. Hacía seis meses que se habían casado. Ramón está despierto en la noche escribiendo su novela. Sentía envidia de otros abogados nacidos en Asunción, mientras él había nacido en provincia, en Itacurubí. Estudió Derecho en Asunción. Ramón sentía calor y estaba en calzoncillos. Su suegro les había dado para vivir una casa vieja y sin luz eléctrica. Ramón también escribía poemas. Decía que, si él poseyese trescientos mil pesos, podría marcharse a Buenos Aires para hacerse conocer como escritor. Al día siguiente, que era Domingo, Adela limpiaba la casa con ayuda de Paulina, una ahijada de la mamá de Adela, Matilde. Adela le enseñaba a salpicar agua al piso para que no levante polvo al barrer. Luego Adela se va a misa. Ramón lleva a su cuarto a Paulina y la empieza a manosear. En eso, llega doña Angela Gutierrez. El padre Rosales a Angela la había bautizado como La Babosa porque iba arrastrando chismes, como una baba, de aquí para allá, de casa en casa. Pregunta por Adela. Sale Paulina y le dice que se ha ido a misa. La Babosa le ve el pelo revuelto y le pide le traiga un vaso con agua. Cuando se va Paulina, mira por la ventana y ve la cama de dormir destendida y supone Ramón y Paulina son amantes. Se va rápido a la iglesia. Espera que termine la misa y habla con el sacerdote. Le dice vio acostados juntos en su cama a Ramón y Paulina. El sacerdote le dice que no repita secreto de confesión. El padre Rosales regresa a su casa y se encuentra en el camino con Ramón. Le cuenta le han dicho que tiene una relación con Paulina. Ramón le dice es mentira. Le pregunta quién le dijo eso. “Doña Angela Gutiérrez” le contesta. Luego se va Ramón. El padre Rosales llega a su casa y guarda su dinero entre sus libros. No lograba ahorrar mucho. Hacía veinte años, él era párroco en Asunción y se enteró que murió el párroco de Areguá dejando 500 mil pesos a su hermano. El padre Rosales se mandó mudar a párroco de Areguá pero no halló el secreto para hacerse rico.
Doña Angela Gutiérrez y su hermana Clara, viuda de Salcedo, habitaban una casa de estilo francés en Areguá. La casa había sido de lujo pero estaba descuidada. Don Desiderio Gutiérrez, el padre de Angela y Clara, murió a una edad avanzada, diez años después del esposo de Clara, que falleció a los cinco de casados. Don Desiderio fue poseedor de una gran fortuna, que gastó su dinero en mesas de juego, carreras de caballos y riñas de gallos. Cuando murió solo le quedaba la casa veraniega de Areguá. Siempre prefirió a su hija menor, Clara. Se creía que trataba mal a Angela porque se parecía a su esposa con la que nunca pudo entenderse, hasta el punto que vivieron varios años separados. Cirilo Salcedo murió del corazón a los 40 años de edad. Le dejó a Clara una casa que ella la puso en alquiler y recibía rentas. Clara era mujer caderona y bonita. Su criada Pilar le limpiaba la casa, le limpiaba el cuarto. Clara la vigilaba para que no encontrara el escondite de sus joyas. Angela limpiaba su cuarto. Clara recibió una nota por correo, una carta donde decía el cura la había nombrado presidenta de la comisión Pro Templo para adularle por sus terrenos y joyas. Su hermana Angela merecía más el puesto pero era más pobre. Por eso el padre Rosales no la eligió. Así decía la carta. Y terminaba diciendo: Una amiga que te quiere. Clara la mantenía a Angela, le daba dinero y le hacía firmar recibos. Doña Angela fue a visitar a casa de Adela y la encontró. Vio que la cama estaba tendida. Le contó que su hermana Clara le negaba el café con leche diario. Le daba solo agua. Adela le invitó desayuno. Doña Angela contaba puras mentiras y chismes mentirosos. Regresa luego a su casa de Clara y le dice Adela le invitó un café con leche muy rico. Quedan peleadas.
El doctor Eleuterio Brítez era abogado. Conversa con sus amigos sobre lo chismosa que es doña Angela. Hablan de la renuncia de dos ministros de Guerra, y el de Relaciones. Ramón regresó borracho y peleó con Adela. Ella se fue a su cuarto deshecha en llanto. Piensa en tomar el tren a Asunción al día siguiente. Ramón se acuesta y duerme. A la hora se despierta y va al cuarto de Paulina. La estrecha entre sus brazos. Al día siguiente Paulina, bien temprano, le sirve el desayuno a Ramón. Este le dice: “Ya te habían usado”. Luego se va a trabajar a Asunción. En el tren, piensa en su amigo Eudorito Marty que ha sido nombrado ministro. Quiere pedirle algún cargo. Llega al estudio de abogados de su suegro, don Félix Cardozo y le dice quiere renunciar y poner su estudio independiente de abogados. Don Félix le dice que un abogado joven necesita del prestigio de un abogado viejo. Debe hacerse una clientela. Le promete cuando sea más maduro Ramón, le conseguirá un consulado en Europa. Su suegro le dice tiene una audiencia, tiene que irse. Se despide y se va. Ramón se queda molesto y se va al Palacio de Justicia. Busca a Eudorito y lo hacen esperar. Pasa por allí, Willy Espinoza, el bibliotecario del Ministerio. Lo invita a esperar en la biblioteca. Conversan y Willy le dice: Eudorito si le pides un trabajo, no te lo va a dar. No te va a recibir, le dice. Dieron las doce y todos se van. “¿No te dije yo?”, le dice Espinoza. Ya ves que no le interesan tu saludo ni tus felicitaciones. Se van los dos a un café. Toman caña. Willy le dice: “Mi lema es con zorro, dos veces zorro; con un bruto, dos veces zorro; con un vanidoso, dos veces zorro. Siempre zorro. Hay que apoderarse de las personas con suavidad. Ponerles un freno sin que lo sientan y luego se maneja como uno quiere”. Ramón estuvo un rato charlando con Willy y luego regresa al estudio de su suegro a las tres de la tarde. Llegó Teodosio Anderssen. Le cuenta varias cosas de él y al final, le dice quiere pagar sus honorarios que le adeuda a don Félix. “Puedo dejarle el dinero a usted”, le dice. Y le da un sobre con cien mil pesos. Se va. Ramón al rato se marcha con el dinero. Se va en tranvía y se baja por una casa de juego. Entró a un café y se guardó bien sesenta mil pesos. Usará los otros cuarenta mil en apostar. Calculaba podía ganar doscientos mil pesos. Apuesta y pierde ochenta mil pesos. Le da mil pesos a Espinoza que lo ha visto y ha entrado. Sigue Ramón apostando y lo pierde todo. Espinoza apuesta montos pequeños, gana y pierde. Consigue ganar treinta mil pesos. Se van a la calle conversando. “Tu suegro te perdonará”, le dice. Le cuenta otro amigo, Martos, se jugó cincuenta mil pesos de su suegro y le dijo luego que se los había gastado por adelantado de la herencia que le tocaría a su mujer. Willy lo invita a dormir en su casa porque es de noche. Ramón acepta y van a su casa, iluminada solo con kerosene. Ramón duerme en el lugar de Espinoza, y éste se va a dormir con su amante Rosario a otro sitio. Al día siguiente, con el sol en alto despierta Ramón. Rosario puso a calentar el agua para el mate. Espinoza dice: “Dicen los nacionalistas que la yerba es el alimento número uno y que tiene más vitaminas que el café con leche, que es un alimento extranjerizante”. En eso pasa el tren de las siete de la mañana mientras conversan y desayunan. El ruido del tren hace temblar la casa de Espinoza que está debajo. Ramón se va luego. Espinoza espera a la tarde y llama al suegro de Ramón y le cuenta que Ramón se robó los cien mil pesos y los gastó en la ruleta. El dinero se lo dio un señor Anderssen. Espinoza lo llama de teléfono público. Luego corta. Don Félix, el suegro de Ramón llama por teléfono a Anderssen y le agradece el pago, con lo que confirma que Ramón de verdad le ha robado. Don Félix se va a Areguá al día siguiente. Encuentra triste a Adela. La consuela. Luego se encierra a conversar con Ramón. Le cuenta está enterado del robo. Le pide firme dos papeles. Ramón firma. La dice piensa instalar un Tambo en Areguá. Le dice: “Ocampito, que hace tres años se estableció con unas veinte lecheras en Ypacaraí, ahora tiene sesenta y gana lo que quiere”. Luego se va. Ramón derrama algunas lágrimas. Al día siguiente Adela habla con el padre Rosales sobre Ramón, y el padre le aconseja lleve su cruz. Ramón se dedica a emborracharse y al billar.
El abogado Eleuterio Brítez y su esposa son visitados por doña Angela. Ella acusa a su hermana de ser borracha. Luego de escucharla por largo rato, doña Angela dice vio a Ramón con Paulina teniendo sexo. El doctor Brítez la acompaña a doña Angela para ver desde donde vio la habitación de Ramón y Paulina, pero no se ve bien. Recuerda Brítez que un día que fueron al campo con la viuda Clara y su esposa e hijas de él, logró ver desnuda a doña Angela por unos segundos. Tenía buen cuerpo, le gustaba mucho a él. Una noche, el doctor Brítez sale de su casa y va a la casa de doña Angela y doña Clara. Sube al balcón de doña Clara y doblando un poquito la persiana la ve acostada con una prenda blanca. Se le ve parte del muslo y un busto. Ella se despierta y toma un anisado. Luego sigue acostada. El doctor Brítez piensa como está borracha puede abusar de ella y no opondría resistencia. Pero luego ella apaga la luz de la lámpara. El doctor Brítez se queda en la galería de su casa fumando. A la tarde siguiente, se encuentra en la calle el padre Rosales con Ramón. Lo invita a su casa. Le habla de Adela. Luego se queja del maltrato que le dio Ramón al caballo que le prestó, lo devolvió con sangre. Le avisan al padre Rosales que alguien lo busca. “Espérame”, le dice a Ramón. Y se va. Buen rato esperó Ramón. Miraba mohos en la pared y vio libros del padre Rosales. Encontró una Biblia, llena de billetes. Se roba diez mil pesos de la Biblia y se va. El padre Rosales se da cuenta del robo unos días después. Sospecha de Ramón y va a su casa. Entra y encuentra a la mamá de Paulina con su amante, sus hijos. Y le dicen Paulina está en el cuarto de casado de Ramón.

FIN Tomo 1

El padre Rosales le ordena a la mamá de Paulina que llame a su hija. La mujer se fue dentro y regresó diciendo que Ramón ya iba a venir. Viene Ramón con camiseta y pantalón de montar. Tenía los ojos hinchados y el pelo revuelto. El cura le dice viene por los diez mil pesos que le robó de su Biblia. Ramón le promete al día siguiente se los devolverá. El cura se va. Al día siguiente el cura espera a Ramón, pero no viene a pagarle. Lo busca a Ramón y Paulina le dice no vino a dormir. El cura va la comisaría y habla con el comisario Policarpo Arana. Le cuenta Ramón Fleitas le ha robado diez mil pesos. Arana supone que los cinco mil pesos que le ganó anoche en el juego a Ramón es del cura. Le promete que le hará devolver el dinero. Luego que el cura se va, Arana manda buscar a Ramón y entre ambos acuerdan que el asunto del cura no siga adelante. A los tres días volvió el cura donde Arana. Este le dijo había interrogado a Ramón que había negado todo. El cura no tenía pruebas. El cura se va molesto. Mientras tanto, el doctor Brítez iba varias noches a espiar la alcoba de doña Clara, la viuda de Salcedo. Un día hizo avisar a su criada que le avisara a la señora Clara que iba a visitarla. Fue a su casa y la encontró vestida con una larga bata blanca de encajes, con cintas azules. Deseaba abalanzarse sobre doña Clara, apretarla entre sus brazos, besarla; pero su timidez le agarrotaba la voluntad. Luego, el doctor Brítez le pregunta qué opinión tiene ella de su hermana. Doña Clara le dice que su hermana no la quiere. Le dice Angela criticaba a su papá. Don Desiderio tenía preferencia y mimos por Clara que era más cariñosa con él. Luego, el doctor Brítez le pide permiso para fumar. Ambos fuman. El doctor Brítez le pregunta por el pararrayos de su casa. Clara le dice las protege de las tormentas. También le cuenta al doctor que su papá, don Desiderio, le dejó todo en herencia a ella. Doña Clara le cuenta el ministro de Guerra, es su amigo, y puede dar fe toda la herencia es de ella. El doctor Brítez le dice puede subdividir sus terrenos de ella en Asunción y venderlos a largos plazos. El hará el proyecto y le calculará lo que puede ganar. Doña Clara acepta encantada. Le trajo los títulos de propiedad atados por un lazo. El doctor Brítez los recibe. En ese momento llega doña Angela. El doctor Brítez se retirar pensando: “¡Qué hembra! ¡Qué hembra! En la cama debe ser una fiera. Sería capaz de estar acostado con ella un año entero sin cansarme”. Luego de unos meses, el doctor Brítez se compró un libro titulado “Modelos de cartas de amor”. Le envió tipeadas a máquinas de escribir cartas de amor a doña Clara, firmando “un admirador”. Al día siguiente, de enviarle la carta, la visitaba. Pero a doña Angela le gustaba Quiñonez, un vecino maestro de escuela y pensaba que él era el autor de las cartas. Le fue bien con el negocio de las tierras al doctor Brítez. Las veces que visitaba a doña Clara, le llevaba planos con la división de los terrenos. Se inclinaban ambos sobre el plano y sus cabezas casi se tocaban. El doctor Brítez se iba muy contento. Un día, en la calle, doña Angela lo encontró al doctor Brítez y le dijo el caso de su herencia lo iba a dejar en manos de Ramón. Otro día, el doctor Brítez fue donde doña Clara para despedirse porque regresaba a Asunción. Ella le dio la mano y se despidió. El doctor Brítez salió a la calle y se encontró con Ramón. Le contó que se iba pasado mañana a Asunción. Le ofreció a Ramón le cuidase la casa, pero no lleve a Paulina. “Lo pensaré” dijo Ramón. Luego, después de dos días, el doctor Brítez se fue con su esposa a Asunción. Mientras, en todo Areguá se chismoseaba el robo de Ramón al padre Rosales. Doña Angela se puso a decir que lo del robo era una mentira del cura para perjudicar a Ramón, y que éste no le tocó ni un solo centavo. La idea de una publicación contra el párroco le había perseguido siempre a doña Angela. Junto con Rosalba, escribieron un artículo contra el padre Rosales y se lo llevaron a Bienvenido Quiñones, para que hiciese “correcciones de ortografía”. El artículo Quiñonez lo rehízo y lo publicó en un diario comunista de Asunción, firmado por “una católica de Areguá”. En el pueblo causó más sensación que un terremoto. Era un ataque fuerte y violento contra el padre Rosales. Este se derrumbó por dentro. Una inmensa fatiga física lo cogió al padre. Y quedó enfermo el padre Rosales.
Ramón se mudó a casa del doctor Brítez y se volvió compinche de Romualdo Paredes, el juez de paz. Ambos daban asesoría legal a los campesinos y les sacaban billetes, o sino algunas gallinas, algún chancho u otra retribución en especie.
Quiñónez también era amigo de Ramón. Conversaban sobre Rosalba y su esposo Salvado. Quiñonez dijo le habían contado Rosalba tuvo varios novios antes de casarse. Con uno de ellos quedó embarazada y tuvo que abortar de tres meses. Parece que Salvado se casó sabiendo eso. Luego hablan del padre Rosales. Quiñónez le cuenta que Salvado le ha contado el padre Rosales tiene cáncer y dos meses de vida. Un tiempo después, doña Angela se mudó a casa de su amiga Rosalba y su esposo Salvado. Rosalba y Angela tomaron la costumbre de hacer la siesta juntas en su cama de casada y conversaban de todo. Se hicieron grandes amigas. Un día Rosalba visitó a doña Clara para exigirle le diera su parte de la herencia a doña Angela. Doña Clara le explicó que su padre no dejó nada para Angela. También le dijo: “Lo que ella no me perdona es que me haya casado con Cirilo y que ella se haya quedado soltera”.
El doctor Brítez se enteró que Ramón había llevado a Paulina a vivir con él en su casa de Areguá. Fue a Areguá y botó a Ramón de su casa. Luego se dirigió al almacén de Teófilo. Este lo puso al corriente de las noticias de Areguá. Teófilo le contó él tenía ahorrados doscientos mil pesos. Le dijo le pensaba dar cien mil pesos para que los invirtiese en préstamos. El se contentaba con el 15% anual. “Te daré el 40% anual”, le dijo el doctor Brítez. Luego fue a visitar al enfermo padre Rosales. El cura le contó el robo de Ramón y las mentiras de la Babosa en su contra. Le contó pasaba los días leyendo los evangelios. El doctor Brítez fue a casa de doña Clara a visitarla. Hablaron de su hermana Angela. Clara le dijo que Angela siempre le había tenido antipatía. Pero desde que el padre Rosales la nombró presidenta vitalicia de la comisión ProTemplo, le tuvo verdadero odio. El doctor Brítez recordó a una prostituta que había conocido en su juventud y que se parecía a doña Clara. No podía pensar bien. Esos recuerdos no lo dejaban en paz. Luego le dijo a doña Clara: “Espero poder pasarle dentro de una semana más o menos un informe detallado de la marcha de nuestro negocio”. Luego se fue.
El padre Rosales murió diez días después de la visita del doctor Brítez. Un sábado, hacia las tres de la tarde, Ramón fue despertado por palmadas en la puerta de calle. Era Willy Espinoza. Ramón lo hace pasar y conversan. Espinoza le dice quieres instalar una fábrica de alfarería allí con capital prestado de Anderssen. Le cuenta Rosario, su amante, está más enferma. La traerá a que pinte alfarerías a Areguá. Le cuenta a su hija mayor la pusieron de doméstica en una casa y a la hija menor la pusieron en un orfelinato. Ramón le cuenta de su proyecto de irse a Buenos Aires a triunfar como escritor. Luego vinieron Arana y Paredes, se emborracharon con ellos y jugaron naipes. Estuvieron dos días así. Ramón le dice a Eudorito que seguro Eudorito lo despidió. Espinoza le dice que él renunció. Ramón le dice que defiende a doña Angela para que reciba su herencia de las joyas. Se calcula que valen un millón de pesos.
Pasó un mes y Espinoza seguía en Areguá. Ramón y él van a casa de Salvado a conversar con doña Angela. Allí hablan con Salvado también. Era una casa muy bonita. La farmacia le rendía bien a Salvado. Espinoza le recomienda a doña Angela se lleve bien con su hermana. En los días siguientes, Ramón se molesta con Quiñónez por haber puesto como autora de la publicación “una católica de Areguá”. Eso le traerá problemas a doña Angela y él necesita que esté de buen humor para que le pague a él. Quiere meterle bala a Quiñónez, le cuenta a Espinoza. Espinoza estaba acostándose desde hacía un mes con Pilar, la criada de las Gutiérrez. Espinoza se escondía entre los 20 árboles de banano que había junto a la casa de ellas. La llamó a Pilar y ella vino. Se acostaban en el campo. Luego, ella lo llevaba a su habitación. Esa tarde a Espinoza se le ocurrió la idea de robarle las alhajas a doña Clara antes de irse a Asunción. Durante varios días Espinoza estuvo planeando dicho robo que lo volvería rico y le permitiría ayudar a Rosario. El día escogido, Espinoza se sentó en el pasto de la calle junto a la casa de Ramón. Este le preguntó varias veces de donde sacó la ocurrencia de sentarse en el pasto. Espinoza oía fuertes los latidos de su corazón. Ramón se fue a dormir. Espinoza fue donde Pilar y entraron en la casa de doña Clara, que había salido. Espinoza revisó sus vestidos, y buscó las joyas por todo el cuarto, pero nada. Encontró botellas de anisado. Buscó en los cajones, en el colchón, pero nada. Buscó detrás de un cuadro y encontró una bolsita con las joyas. En eso, abre la puerta doña Clara. Espinoza la cubre con una manta y le golpea la cabeza con una botella de anisado que se rompe. Doña Clara se desmaya. Espinoza y Pilar huyen, se van en el tren hacia Asunción. A la media hora de haber sido golpeada, Clara se despierta, pero tiene alucinaciones. En la mañana, la campesina que le vendía la leche la encuentra y pide auxilio. Ramón y otros acudieron. Doña Angela también. Salvado venda a doña Clara la cabeza y dice es una pequeña conmoción cerebral. “¿No habrán robado las joyas?”, pregunta Ramón. Faltaba entre las personas Espinoza. Ramón sabía de sus amoríos con Pilar. “El fue” exclamó Ramón. Se hicieron cálculos y deducciones sobre la dirección que pudo tomar en su huida. Unos pensaban que debió cruzar el lago en cano para encaminarse a la cordillera; otros, que se había dirigido en caballo a Ypacaraí. A algunos les pareció más lógico que siendo de Asunción escapase por allí. Pero a nadie se le ocurrió pensar en el tren de la noche anterior. Doña Angela se entera de Clara que le han robado las joyas. El cuadro está caído y no está la bolsita con sus joyas.
Doña Clara le promete la mitad de la casa y la mitad de las tierras en Asunción a doña Angela si se queda y la cuida. Doña Angela se manda a mudar de nuevo con Clara. Rosalba se molesta con ella y se va con su marido a Asunción. Doña Angela vende los cosméticos de Clara, sus revistas pornográficas, y varios objetos personales de ella. Doña Clara toma veneno y grita de manera espantosa, doña Angela la encuentra gritando. Ve un papel donde dice doña Clara por culpa de Angela se mata. ¿Se morirá doña Clara? ¿Atraparán a Espinoza? Lean la novela.