lunes, 14 de octubre de 2019


Sodoma y Gomorra

He terminado de leer la novela “Sodoma y Gomorra” que es el tomo 4 del conjunto de novelas En busca del tiempo perdido, del famoso escritor Marcel Proust. La novela retrata cómo diversos personajes que el personaje interactúa en la novela, él sospecha son maricones o lesbianas. Pero muy aparte de sus inclinaciones sexuales, tienen gran poder y prestigio en su ciudad. Al comienzo de la novela, el personaje se sitúa en un lugar donde veía al Monsieur de Charlus. Este salía de casa de madame de Villeparisis. Se encuentra en la calle con Jupien, un empleado. Parecía el encuentro de dos aves, según comentario del personaje. Charlus el macho y Jupien la hembra. El señor de Charlus le dice a Jupien: “Le pido fuego, pero he olvidado los cigarros”. Jupien le contesta: “Entre (a la tienda donde trabaja), se le dará todo lo que quiera”. La puerta de la tienda se cerró tras ellos y ya no se pudo oír. El personaje sospecha son homosexuales. El personaje escucha a monseieur de Charlus decir: “Volviendo a los jóvenes que no son del pueblo, ahora me trae loco un hombrecillo extraño, un pequeño burgués inteligente, que me trata con una incivilidad asombrosa.” Me pareció que el baron de Charlus tenía aires de mujer. ¡Lo era! Dejemos por el momento a los que, por el carácter excepcional de su inclinación, se creen superiores a las mujeres, las desprecian, erigen la homosexualidad en privilegio de los grandes genios y de las épocas gloriosas y, cuando quieren hacer compartir su inclinación, más que a los que les parecen predispuestos a ella, como el morfinómano al que puede serlo, se dirigen a los que parecen dignos de compartirla, por celo de apostolado, como otros predican el sionismo, el negarse al servicio militar, el saint sinonismo, el vegetarianismo y el anarquismo.

A veces, como seguramente le había ocurrido conmigo la noche en que me amonestó después de la cena de los Guermantes, la satisfacción del deseo de Charlus se lograba con una violenta reprimenda que el baron le arrojaba a la cara al visitante, como algunas flores, mediante un resorte, rocían a distancia al insecto inconscientemente cómplice y aturdido. Monsieur de Charlus, pasando de dominado a dominador, se sentía purgado de su desasosiego y calmado, despedía al visitante, que ya no le parecía deseable.

Monsieur de Charlus no se contentó con recomendar a Jupién a madame de Villeparisis, a la duquesa de Guermantes, a toda una brillante clientela, que fue más asidua. Hizo cada vez más lucrativo el puesto de Jupién, hasta que le tomó definitivamente como secretario y le estableció en las condiciones que más adelante veremos.

Duque de Chatellerault es primo de madame de Guermantes. Varios invitados comienzan a llegar a la fiesta de madame de Guermantes en un hotel. La señora de Guermantes invitaba a bastantes personas a su fiesta. Los invitaba con afecto pero en la fiesta solo hablaba con la alteza y la embajadora. Les decía a otros invitados: ¡Qué amable haber venido! A la entrada de los jardines encontrará a mi Monsieur de Guermantes. Lo decía para que el individuo fuera a saludar y la dejara tranquila. A algunos ni siquiera les decía nada, limitándose a mostrarles sus admirables ojos de ónice, como si hubieran ido solamente a una exposición de piedras preciosas. La primera persona que tenía que pasar antes que yo era el duque de Chatellerault. El ujier anunció al duque. Al entrar el personaje, la princesa de Guermantes se acercó a saludarle y le indicó su esposo estaba en el jardín. Mientras el personaje caminaba vio y escuchó al baron de Charlus y al duque de Sidenia conversar. Ambos eran monologistas en la conversación, hasta el punto de no soportar ninguna interrupción. Encontró al profesor que había diagnosticado el mal de su abuela antes que ella muriera. Se acordó del personaje y de su abuela. Conversaron un poco pero el personaje vio al marqués de Vaugoubert saludando a la princesa de Guermantes. Monsieur de Norpois se lo había presentado recientemente. Y el personaje, pensó Vaugoubert, le podía presentar al príncipe de Guermantes. El personaje saludó al marqués de Vaugoubert y éste le contestó el saludo. El personaje sospecha es marica el marqués de Vaugoubert, tiene una esposa ahombrada. Estas fiestas sucedían cuando menos se esperaba y llamaban a gentes que madame de Guermantes  había olvidado durante años. Encontró a madame de Arpajon, aunque la reconoció por la cara no por el nombre. Le pidió le presentara al príncipe de Guermantes. Ella lo empujó hacia el príncipe cuando este miraba hacia otro lado. Pero el personaje pensó esa era mala manera de presentarse. Entonces se acercó al baron de Charlus y le pidió le presentara al príncipe. Este lo presentó. El príncipe le preguntó al personaje: ¿Piensa seguir usted la carrera de su señor padre? Contestó sumariamente el personaje. Vio al señor Swann saludar al príncipe y pensaba hablarle pero el príncipe le jaló a Swann al jardín. Iban a venir también los duques de Guermantes más tarde. El príncipe de Guermantes era hermano del duque de Guermantes. El personaje saluda al baron de Charlus y éste, le pregunta si ha visto el surtidor. Le dice es muy bonito, maravilloso. El personaje regresa a la fila de visitantes. La princesa de Guermantes le cuenta que su prima de ella debe venir esa noche. En ese momento llegaron los duques de Guermantes. El personaje quería acercarse a saludarlos pero la embajadora de Turquía lo agarró del brazo y le dijo: ¡Qué mujer más deliciosa es la princesa! ¡Qué criatura tan superior a todos! Le dije que me parecía encantadora, pero que conocía más a su prima la duquesa. “Pero no hay comparación”, me dijo la embajadora, “Oriana es una encantadora mujer del gran mundo que saca su ingenio de Memé y de Babal, mientras que María Gilberto es alguien”. Luego a lo lejos el duque de Guermantes saludó al personaje, el cual le hizo una reverencia pero no se acercó a él. Vio al baron de Charlus hablar con monseieur de Vaugoubert. Luego, vio la mirada de Vaugouobert sobre jóvenes secretarios que el embajador de X en Francia, viejo experimentado, no había elegido al azar. Se dio cuenta le gustaban a Monsieur Vaugoubert. El personaje se acercó a saludar a sus amigos los duques de Guermantes. Lo que sabía el personaje es que el príncipe de Guermantes, le decía Swann, y no Carlos, al señor Swann, porque sabiendo que la abuela de Swann, protestante casada con un judío, había sido amante del duque de Berri, procuraba de vez en cuando en creer en la leyenda según la cual el padre de Swann era hijo del príncipe. Según esta hipótesis, desde luego falsa, Swann, hijo de un católico, que a su vez era hijo de un borbón y de una católica, era enteramente cristiano. “Pero, ¿no conoce usted estos esplendores? Le dijo la duquesa de Guermantes refiriéndose al hotel donde se daba la fiesta. Dijo madame de Saint-Euverte mañana daría un gran festejo anual, pensó que se habría ido a la cama. En realidad, madame de Saint-Euverte había venido aquella noche para afianzar el éxito de su fiesta; por reclutar a los últimos adeptos, y pasar revista a las tropas que al día siguiente iban a estar en su garden party. El personaje vio a monseiur Vaugoubert ver a un joven secretario que parecía muy inteligente y vio que lo miró al baron de Charlus con una sonrisa. Parece le gustaba el joven. El señor de Charlus dijo que no sabía nada. La duquesa de Guermantes se enteró y le contó al personaje que el príncipe le había echado una bronca al señor Swann por sus opiniones que ostenta, por ser dreyfusista. Lo botó de su casa para siempre. El personaje conversa con los duques de Guermantes. Conversan sobre el señor Swann. Ambos le cuentan sintieron mucho por él cuando se casó con esa mujer. Otros señores les dicen no asistan al día siguiente a casa de madame de Saint-Euverte porque tienen la sarampión.

Se cruzaron con dos muchachos de muy grande y diferente belleza. Eran los dos hijos de Madame de Surgis, amante del duque de Guermantes. De ellos, el mayor no creyó no conveniente saludar a la duquesa de Guermantes porque no se llevaban bien con su madre. El menor, que era tonto y miope, siguió a su hermano hacia otro lugar. El personaje le cuenta al baron de Charlus que ambos jóvenes eran hermanos, los hijos de madame de Surgis. No le dijo que eran del mismo padre. El barón de Charlus alabó su belleza. El personaje vio a Swann y quiso saludarlo pero llegó Saint-Loup y se puso a conversar con él. Le contó Saint-Loup que su tío el baron de Charlus era mujeriego. Luego hablaron de casas de prostitución. Saint-Loup le prometió llevarlo a una casa de nivel con señoritas bonitas de nivel. El personaje le explicó él iba a una casa que su amigo Bloch le había recomendado. No le contó sospechaba baron de Charlus era maricón. Llegó madame de Surgis para llevarse a sus hijos y el baron de Charlus alabó su belleza de ella, que habían heredado sus hijos. Ella se los presentó, Arnulfo y Victurnino. En eso el señor de Swann vio al personaje y a Saint-Loup y se acercó a saludarlos. El baron de Charlus le preguntó a Victurnino si su nombre era igual al de Cabinet des Antiques. “De Balzac, sí”, contestó el joven Surgis. El baron de Charlus quedó admirado de su cultura. Luego, le preguntó al conde Arnulfo, ¿Y usted también lee? Este le contestó: No lo mío es el golf, el tenis, el balón, la carrera a pie, sobre todo el polo. El personaje conversa con el señor Swann. Este le cuenta lo que habló con el príncipe de Guermantes. Luego, Swann se retira y le dice al personaje: “Debería usted venir a ver a su amiga Gilberta. ¡Le daría tanta alegría! Ha cambiado mucho, no la conocería usted”. El personaje no ama ya a Gilberta, pero le dice en uno o dos meses tendrá tiempo e irá a visitarla. El personaje se retira de la fiesta diciendo espera visita de una amiga en su casa. Pero se sorprende al no encontrar en su casa a Albertina. El personaje llega a su casa y encuentra a Francisca alimentando a su hija grande. Llama por teléfono a Albertina y le pide venga. Ella viene y el personaje le regala una linda billetera que le regaló Gilberta. Le escribe una carta a Gilberta cuando se marcha Albertina. A monseieur de Guermantes le habían avisado de la muerte de un pariente. Viajó por motivos de luto y conoció una princesa italiana con sus dos cuñadas. Hizo amistad con ellas, eran muy bonitas y eran dreyfusistas. Volvió a Francia siendo dreyfusista. El personaje recibe invitación para otra fiesta de madame de Cambremer. Esos días recuerda mucho a su abuela muerta, y a su madre. Piensa en el sufrimiento de su madre por su abuela. En los días sucesivos frecuenta a Albertina. Un día ve a Albertina bailando con una chica Andrea muy pegadas, busto con busto. Piensa son lesbianas. Unos días después, Albertina le pregunta al personaje por qué está molesto con ella. El inventa excusas y le dice está enamorado de Andrea. Pero sigue saliendo de paseo con Albertina. Una vez encuentran a su amigo Bloch en el teatro y al salir, encuentran a la hermana de Bloch besándose con otra chica. La molestan a Albertina. Otro día el personaje visita a madame Verdurin y su esposo. El baron de Charlus y otros están invitados, incluido el doctor Cottard. Comen y conversan de pintura y de pintores. Al terminar, madame Verdurin muestra algunas pinturas de rosas y flores diversas. Luego, acuerdan jugar a las cartas, al whist. Los Cambremer que son familia distinguida asisten y son presentados. Regresa a casa el personaje, al Hotel de Balbec. Luego de unos días ve en el salón del hotel, al baron de Charlus con Morel, un empleado violinista. Otro día, el baron de Charlus le pide al personaje lo busque a Morel, porque se va a batir en duelo por salvar su prestigio de Morel. Morel va asustado. Era mentira, no iba a haber ningún duelo pero se llevan bien. El baron de Charlus lo amaba de manera platónica a Morel. Albertina toma clases de pintura por consejos del personaje. Suceden varias reuniones y se hacen buenos amigos, el personaje, el doctor Cottard, Morel, el baron de Charlus, madame Verdurin, madame Camembert. Su mamá del personaje no veía con buenos ojos a Albertina. El personaje le dice no se casará con Albertina. Pero luego habla con Albertina y siente que la quiere. Sospechaba que Albertina era amante de madame de Leuil, y por eso estaba molesto. Habla con su madre de nuevo y le dice que sí quiere casarse con Albertina. Hasta allí se queda la novela. No se olviden de seguir leyendo.



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