Una casa con
goteras
He terminado
de leer esta novela “Una casa con goteras” del escritor Santiago Lorén. Esta
novela fue ganadora del Premio Planeta 1953. La historia trata de Sebastián
Viladegut, un hombre mujeriego y alegre. Trabajaba como empleado de pompas
fúnebres, en una agencia funeraria. Pero ejercía diversos oficios de vendedor
también. Una vez Sebastián enamoró a una chica Faly. Ella hacía creer a su
hermana y a su mamá que trabajaba como partera. Contrató a un chico que
conocía, que vino a su casa diciendo su esposa iba a dar a luz, venía por la
partera. Faly se fue con él. Luego le pagó dos duros. Y se fue a encontrar con
Sebastián en la noche a un hotel. Se hizo pasar por esposa de él. Luego la
llevó a las diez de la noche a un restaurante de lujo. Allí Sebastián se
dirigió a un mozo y le dijo: Vamos, Pepe. Pero, ¿es que no nos sientas? Luego
dirigiéndose a Faly le dijo: Aquí donde lo ves, Pepe es un pillín. Una noche lo vi a las tres de la mañana agarrando una
botella y a una morena. Debe usted estar confundido, dijo el mozo. Faly le dijo
a Sebastián: Debes de tener mucha confianza con ese Pepe. Y este le contestó:
¿Yo? Ni siquiera lo conozco. Ahora observa. Están todos los carboneros que
venden al por mayor, el jefe de los Seguros “El Bello Porvenir”, o algo
semejante, que ha convidado a cenar a un pez gordo para sacarle un seguro de
vida, aunque sabe que estafa a la compañía porque está enfermo del corazón y se
morirá el año que viene; tres matrimonios del ramo de tejidos, que todos los
sábados se cenan aquí parte del productos de unos escándalos amañados; el joven
Antúnez, con las menos jóvenes hermanas Antúnez, que llevan luto reciente por
su pobre tía Dominica, a la que han matado a disgustos para heredarla y poder
presumir aquí; don Miguel, ese que es algo gordo en el Ayuntamiento y que nadie
sabe de dónde saca el dinero que gasta con su mujer y su hija. Entonces Faly le
dice: Veo que conoces a mucha gente. Y él contesta: No. A nadie. Es la primera
vez que vengo aquí. Pero si te fijaras bien, comprenderías que no puede ser más
que como te lo he dicho. Lo llevan en la cara. Luego Sebastián le dijo en voz
alta: ¿Te pelo una gama vidita? Le dio una gamba pelada con sus dedos y ella le
dio un besito en los dedos. Luego Sebastián se acercó a otra mesa y dijo:
Ustedes dispensen. ¿Podrían prestarme esa olivita? Es que ella necesita algo en
la boca porque tiene salivitas. Está de dos meses y mientras viene el camarero.
Una señora les dijo: Hace poco que se han casado ustedes, ¿verdad? No. Si no
estamos casados. Pero es igual, para eso de las salivitas es igual. Los
invitaron a retirarse a otra sala del restaurante. Y Sebastián añadió: Ah,
Pepe. Perdona, Pepe. Ya le hemos dicho al amo que no te despache. También le he
dicho que el lío aquel de la planchadora son cosas de la juventud y que tienes
reconocidos a los chicos. Aún deben quedar dos gambas en la mesa. Para ti. Y
luego se fueron ambos. Se fueron a otro hotel y pasaron la noche allí. Luego,
Sebastián Viladegut viajaba en el tren. Y veía una ventana con una chica bien
bonita, rubia y de pechos grandes en dicha ventana. Aprovecha una parada, y
saca una tuerca del sistema de calefacción del tren. Finge que se quema con el
vapor caliente, y va hacia donde está la chica bonita para que le cure la
quemadura. Se llamaba Isabel. Pero descubre que es coja, le falta una pierna.
Está en silla de ruedas. Era la hija del jefe de estaciones del tren. Era muy
bonita. Se enamora de ella, y se casan luego de un tiempo. Sebastián tenía que
viajar mucho por tren. Isabel queda embarazada. Pero cuando va a dar a luz se
complica el parto y se rompe su matriz. Ella muere y la criatura también.
Sebastián queda viudo. Luego el autor empieza a narrar la historia de Fortunato
Canales, un hombre pobre, el tonto de Soria. El era vendedor ambulante, ganaba
poco. Tenía unas fotos de mujeres desnudas que había conseguido, las mostraba a
algunos amigos. Se roba una máquina fotográfica Leica. Dice se la ha enviado su
hermana que vive en Barcelona. Viaja por varios pueblos buscando fortuna. Llega
a Barcelona a la dirección de su hermana pero solo encuentra una mujer
desconocida, que parece prostituta. También aparece la historia de Francisco de
Paula Escalona y Villavicencio. Es un notario que viaja a Barcelona buscando a
su empleada que se había marchado de trabajar en su casa. El vivía con su mamá.
La empleada se llamaba Celeste. La busca y no la encuentra. Sebastián
Viladegut, Francisco de Paula Escalona y Villavicencio, y Fortunato Canales se
hospedan en el mismo hotel. Es un hotel con goteras. Llega a dicho hotel una
mujer bonita llamada Monna. Los tres se enamoran un poco de ella. El Sr.
Crusellas, el dueño del hotel, los hospeda con amabilidad. Un día sí y un día
no la viene a buscar a Monna un hombre que tiene un carro gris. Los tres
personajes hacen amistad con Monna. Fortunato le dibuja cuadros a Monna, de su
rostro, trata de retratarla bien. El notario quiere casarse con ella. Sebastián
la enamora un poco pero observan los tres que cuando ella se baña en la tina,
hay goteras en el techo de ellos, y cae agua. Se forma una humedad en las
paredes y techos de sus cuartos de ellos. Los tres la empiezan a enamorar a
Monna. Pero se quejan con el Sr. Crusellas por las goteras y la humedad de las
paredes. El les promete mandar hacer
arreglos, pero en eso llegan turistas franceses y se llena el hotel. Los tres
se disculpan con Monna y le dicen se puede seguir bañando con la tina, no se
preocupe por la humedad. Almuerzan con ella, van a la playa, y la empiezan a
conocer más. No les puedo contar más para que no pierdan la emoción de leer la
novela. Cómprensela y leánla. El final es inesperado totalmente.
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